Nunca me imaginé que me iba a sentir tan raro hablando en otro idioma, a veces hasta me parece extraño que la gente me de bola siendo que yo me escucho como un completo inútil (bien a lo tarzán, diciendo con palabras la mitad de las oraciones y dejando que se sobreentienda la otra mitad).
Igual me puedo hablar coherentemente y a la vez entiendo casi todo lo que me dicen; si me hablan con acento yankee o europeo todo bien, pero cuando es acento neocelandés (que en realidad es algo así como un rejunte de los peores vocablos del acento inglés) o asiático se me complica.


Por lo general si hablo con amigos o personas que recién conozco, la conversación es bastante fluida (igual acá la mayoría son extranjeros así que más o menos estamos todos en la misma) pero ya cuando tiene que ser sobre algo específico ahí sí tengo que resetear el CPU un par de veces para encontrar lo que quiero decir, en especial en el trabajo, que debo hablar rápido y dar órdenes a dos sectores donde la mayoría de las veces opto por señalar las cosas en vez de decirlas (y sí, un par de veces la respuesta fue: ¡SPEAK!, en vez de OK). Sin embargo, palabras más palabras menos nos vamos entendiendo.

Ahora lo que sí extraño a montones son los modismos, esas cosas que decimos más allá de las palabras, nuestra forma de hablar es también parte de nuestra personalidad y creo que perdí un poco de eso en Nueva Zelanda. Acá van unos ejemplos para que entiendan mejor:

Cuando me preguntan: - ¿How are you? (mitad pregunta, mitad saludo), la respuesta es. – Excellent!, o también: – All good!, cuando suena mucho mejor un: - Joia, pá! O un: - Bárbaro, delirando de placer!

También cuando no entendí lo que me dijeron, respondo con un simple “¿What?”, cuando en cordobés, mi respuesta sería un “¿Qué lo qué?” (mucho más interesante y mucho más yo que el “what”)

Y así con un montón de cosas… decir que te levantaste hecho bolsa luego de una noche de fiesta, no es lo mismo que decir que tenés head ache; y I Don’t know nunca va a tener la magia de un qué si yo… y así con la mayoría de las expresiones que al ser tan propias de donde nacimos, se sienten como una parte importante de nosotros mismos.

Cuando por ahí pensamos en la comunicación en otra lengua, la diferencia está mucho más allá (a mi entender) del conocimiento del idioma en sí. La forma en que decimos las cosas a veces dice mucho más que las propias palabras, por ejemplo, los coreanos parece que se están quejando siempre pero es que el acento natural de ellos suena similar al nuestro cuando nos quejamos. Si dos franceses hablan rápido en su lengua natal es casi imposible saber si están hablando amablemente o están a punto de caerse a trompadas.

Por suerte, todas las personas me dicen que les gusta mi acento sudamericano, aunque más que un acento es una mala pronunciación de todas las palabras, anécdota de paso:

Mi primera conversación en Nueva Zelanda fue con un chofer de ómnibus, al que le pregunté por la empresa que estaba buscando la cual se llamaba Airbus, la cuál yo pronuncié textual y fonéticamente de esa forma. Luego de pensar un poco, la respuesta del chofer fue: “Ah… EArbus” con lo que me di cuenta que ya no estaba en Sudamérica donde la todo el mundo pronuncia mal el inglés más o menos de la misma forma y nos entendemos más fácil.

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