Sí, imaginate el título con la voz de la tortuga de Buscando a Nemo. Ése es el acento que suena por aquí en el caribe.

Me separé de todos mis amigos (se volvían a Argentina) y con poco más de una semana hasta mi regreso decidí ir a Playa Blanca, siendo mi última esperanza para encontrar la postal de mar celeste y arenas blancas en Colombia. Me alojo una noche en un hostel de Cartagena, donde dejo la mochila grande y parto con una mochila más chica que además llevaba casi vacía (sin ropa, ni comida ni nada).

Para ir desde Cartagena a la isla de Barú o Playa Blanca, hay unas lanchas que salen 17u$d, pero por supuesto busqué hasta encontrar una opción más barata y me pasaron el dato del bus de línea (1u$d) que te lleva hasta allá.

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Para acceder a la isla, se puede tomar un ferri y un bus local
a 1/4 del precio de las lanchas turísticas
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A las 7:30 tomo el bus con destino a la estación "pasacaballos", el viaje dura alrededor de una hora y media, con el colectivo lleno de gente a más no poder y pasando por zonas nada aconsejables para un turista (creo que ni siquiera para un local). Lo que siempre me gustó de los colectivos de línea es que podés ver un panorama de cómo es la ciudad en realidad, entrando por los distintos barrios y no sólo por el centro más pintoresco.

Cuando llego al lugar donde me tenía que bajar, camino unas 2 cuadras hasta el supuesto lugar donde parte el ferri hacia la isla y no había nada. Alrededor mío se ven unos talleres y un par de colombianos con mirada dudosa (por suerte, lo más valioso que tenía encima eran mis ojotas de 5 pesos).

Camino un poco más y finalmente llego al ferri, en 15 min me cruza a la isla y de ahí tomo una moto-taxi hasta la playa que me costó 4u$d.
 

La isla Barú está dividida en distintos sectores, hay unos poblados en el centro y extremos de la misma, y sobre la playa (a unos 10km del poblado) se encuentran algunos campings, cabañas medio improvisadas en la costa y por supuesto, un súper hotel de 5 estrellas con acceso privado para los más exigentes.

Como llegué a la playa temprano (9:30 AM), no hay casi nadie alrededor, recién se empiezan a armar los puestos de bebidas y campings, me pongo a caminar de punta a punta el lugar para terminar en una hamaca paraguaya que me alquilan por 2u$d por día.




Finalmente, el lugar está hecho especialmente para relajarse, el clima es perfecto, cálido pero no sofocante, el agua transparente invita a meterse a todas horas, incluso a las 2AM para observar el brillo del plancton.

Sin negocios, ni paseos, ni circuitos para visitar, las actividades en Playa Blanca se resumen a disfrutar la jurnada de playa y las noches de cockte
ls a la luz de las velas que invitan los distintos puestos.


En la semana que estuve ahí el tiempo se detiene, por lo general la gente visita la isla por uno o dos días por lo que con otro argentino que estaba ahí hace dos semanas éramos los únicos bicho-raros terminando como invitados en casi todas las comidas de los dueños de cada puesto.



Ah, me olvidaba. Si van a la isla no se pueden perder el cangrejo. Por la mañana un pescador pasa vendiendo Langostas y Cangrejos (todavía vivos) a u$d12 - u$d15; y no sólo los cocina en el momento, sino que me dejó ver cómo se prepara.



Ya le voy a dedicar un post entero, porque es el mejor producto que probé en mi vida. Y creanmé, si un cocinero les dicen que prueben algo, deben probarlo, imaginen que parte de mi trabajo es estar degustando cosas todo el tiempo y de todos los niveles, así que si algo me llama la atención, realmente vale la pena.


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